La digitalización y sus alertas

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Una de las definiciones que sirve para establecer la diferencia en entre problemas complicados y complejos, es la exclusividad o no de la solución, si la misma es única, estamos ante una situación complicada, pero si es variada, nos enfrentamos ante un problema complejo.

Los empresarios por definición se enfrentan siempre a la complejidad, deben decidir diariamente entre distintos retos, estrategias y soluciones, a sabiendas de que en el acierto o no de su elección radica, el éxito o fracaso de su empeño empresarial. El contexto en el que nos movemos afecta; a mayor estabilidad, menos opciones de repuesta y más clarividencia en las soluciones, a más inestabilidad, más dudas, más opciones, más dificultad. El mercado ahora es pura inestabilidad, todas las aristas que lo rodean cambian continuamente en fondo y forma. Impulsados por las nuevas tecnologías, se crean constantemente entornos disruptivos, donde parece que la empresa grande, tiene más problemas para no resbalar, mientras que el pequeño ágil y fugaz, tiene más alternativas que nunca para crecer y desarrollar. Solo hay que analizar ejemplos muy sensibles y conocidos, de que eran hace 10 años, solo 10, una serie de empresas:  Amazon, Booking, Apple, Facebook, Airbnb, Glovo o BlaBlaCar, y que son ahora, para darnos cuenta de que en todas hay un nexo común: utilizan la digitalización como herramienta de innovación, capaz de adaptar y generar soluciones aportadoras de valor para el cliente final.

Esta realidad, que era ya una evidencia antes del COVID, ha creado una tendencia política europea que considera una necesidad imperiosa que empresas, administración y por ende ciudadanos, emprendan un camino rápido hacia la digitalización. Digitalizarse es sinónimo de competitividad, se necesitan empresas flexibles que puedan dar respuesta a clientes informados, empoderados, capaces de crear, seguir y replicar modas instantáneas globales y liquidas. Las empresas europeas no pueden perder el envite que compañías chinas o norteamericanas ya exponen abiertamente sobre el tapete mundial. Se necesita capilaridad y que pymes y micropymes se suban al carro, afrontando en muchos casos cambios estructurales y costosos, tanto en lo económico, como en el componente cultural de sus lideres y organizaciones. Los fondos europeos, sin duda pueden ser una gran oportunidad, siempre que los mismos lleguen al tejido empresarial activo de este país, de manera transparente y óptima. Ese al menos, es el propósito, y por parte de la administración ya se han puesto en marcha distintos instrumentos financieros que harán de puente transmisor entre esta y las empresas. Esperemos que sea así.

Pero dando esto por solventado y considerando que vamos a tener el respaldo económico para poder afrontar con garantías el cambio necesario, ahora entonces, nos tocaría remar, nos tocaría reflexionar, nos tocaría pensar, no está todo hecho. Ya lo dijo Seneca: “Ningún viento es favorable para el que no sabe dónde va”. La efectividad de las ayudas también dependerá de la aplicación correcta que de los fondos hagan las empresas, y bajo mi experiencia, es necesario resaltar, cinco flancos que habrá que considerar a la hora de afrontar un proceso de digitalización en una pyme-micropyme.

El asesoramiento en el proceso es conveniente, pero no tendrá efecto si los líderes no creen en el proyecto, no son su principal valedor, y no son capaces de transmitir e inundar del mismo, a todos los miembros de la organización. Muchas veces es más fácil que la gente aprenda lo nuevo, que se olvide de lo antiguo.

Digitalizar pensando en ahorrar costes es una mala premisa, un mal comienzo, el esfuerzo nos tiene que llevar a mejorar las experiencias de los clientes, a conocerlos mejor, a interactuar más con ellos, éste y no otro debería ser el inicio, y este factor y no otro, es el que nos ayudará a ser competitivos en mercados, que ahora responden a la demanda más que a la oferta.

Habrá que sacrificar algo del corto plazo, para resistir a largo. Estos procesos suponen movilización de esfuerzos, medios materiales, financieros y hasta en ocasiones perdidas temporales de mercados. El futuro se hace en el presente, pero eso tiene su coste.

Hay que focalizar, saber qué, cómo y para qué digitalizar, no caigamos en el sesgo de la barra libre para todos, y llevados por malos consejeros apliquemos herramientas sobredimensionadas, cortas o inoperativas. Todos los procesos ineficientes que pongamos en marcha en nuestras empresas afectarán negativamente a nuestra cuenta de resultados, independientemente, que el origen de los fondos utilizados sea o no, subvenciones públicas a fondo perdido.

Seamos ambiciosos en el cambio. La transformación no debe, ni puede afectar solo a las empresas, debemos ser conscientes en la implementación individual, que el proceso tiene que servir para allanar o forzar el cambio de las estructuras globales de nuestra economía. La suma de muchos pocos forzará un mejor todo.

Mucha suerte a todos, y “que la inspiración nos pille trabajando”.

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